Muchos nos preguntamos lo mismo: qué crema usa tal intelectual, cómo ronca ese artista, qué come esa mente brillante. Por culpa de esa cochina curiosidad, los cercanos a celebridades han revelado algunos de sus pudores. Por eso digo (en voz baja, claro): gracias María Kodama por permitirnos imaginar a Borges comiendo.
No se llamen a engaño. Claramente, ver al creador de las mejores Ficciones (léelo gratis) comiendo su plato favorito suena como un privilegio imposible a esta altura de experimentar. Y para quienes tuvieron la suerte, es legítimo que se contenten con historias y detallitos sobre sus hábitos gástricos. Pero, para ser más criteriosos, convengamos en que los cercanos a los grandes de la Historia no deberían andar por ahí revelando sus miserias. Sí, ellos también fueron seres humanos, también se limpiaron con el mantel o escondieron algo semi-masticado en su servilleta. Pero es por algo, por un mínimo de dignidad, que no confesaron sus intimidades mientras estaban vivos. Qué derecho tienen esas otras rémoras para ventilarlo todo.María Kodama es la famosa viuda pesada (y eso que su estatus de viuda es vidrioso para algunos). Sin embargo, ella se ha paseado por fundaciones, museos y juzgados molestando sobre la publicación póstuma de Borges, objetando los homenajes a su obra y su persona. Y entre tanto revuelo, en algunas entrevistas ha revelado algunos secretos alimenticios sobre el viejo Borges.
En una
entrevista dada en Perú, un periodista del diario La República preguntó por las preferencias del fallecido a la hora de hincar el diente, a lo cual la viuda respondió sin problema, pero con bastante sosería: "arroz con manteca y queso, choclo. Empanadas de carne, le encantaban con azúcar molida. Queso, dulce de membrillo y de patata, dulce de guayaba...". Buena mesa de todos los días, nada ambicioso ni rebuscado, casi que se agradece. Aunque quizá un poquito extremo. De hecho, es bien conocido su rechazo hacia la música, la fiesta, el sexo y todos aquellos los placeres del paladar. Aunque fuera a cenas rodeado de amigos y admiradores, la comida y la música no le atraían, y
por ahí existe una anécdota que me permito citar casi plagiando:
"Después de la presentación de la
Obra Completa para el Círculo de Lectores en 1984, amigos y allegados del escritor van a cenar a un restaurante del barrio porteño de Congreso. Borges pide su clásico puré de papas. La gente empieza a conversar. La comida tarda. Comen pan con manteca y toman vino. Al rato, la conversación se diluye y se hace un silencio. ‘¡Caramba, qué bien se ayuna en este restaurante!’, bromea Borges".
La comida, el festín, la delicatessen y la borrachera no fueron lo suyo. Cuenta Kodama también una anécdota que muestra al gigante escritor como un ser humano frágil o influenciable, como muchos. Que un día alguien lo vio tomando y comentó "que lástima, el hijo del doctor Borges va a ser un borracho", luego se tomaba su copita de grapa cuando tenía conferencias (momentos en que ese tipo de deshinibidores son fundamentales), y cuando ganó confianza y se creyó el cuento, hasta ahí llegó su relación con el vicio.
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